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28 de mayo de 2015

Intervención del ministro en la ceremonia donde recibió la condecoración Cruz Ejército Bicentenario

Reconocimiento fue entregado por su labor al mando del Ministerio de Defensa.

Quiero partir por agradecer al Ejército, por dos cosas: primero, por esta condecoración. En mi ya larga vida pública, sirviendo a Chile incluso en el exterior, como embajador, he tenido la fortuna –quizás porque algo habré hecho bien, pero también por la suerte de haber tenido las oportunidades adecuadas- de ser merecedor de algunos reconocimientos. Sin embargo, recibo esta condecoración, que me honra, con especial gratitud por provenir de una institución que nació con la Patria, hace ya más de 200 años. En un país joven como el nuestro, no hay muchas instituciones que puedan exhibir una vigencia tan prolongada.

Pero hay un segundo motivo para mi agradecimiento: es por haberme acompañado durante el año, o poco más, que estuve al frente del Ministerio, con una actitud de colaboración con mi tarea. Uno podría esperar que esto fuera lo lógico en un sector que agrupa a instituciones jerarquizadas y obedientes del poder civil como son las militares. Pero, más allá de lo lógicamente esperable, quiero decir que me sentí bien asistido y apoyado, con  lealtad y disposición, por parte del Ejército.

Confieso que he tenido oportunidades únicas de servir a mi país. Al menos dos de ellas han tenido directa relación con la defensa: la primera, como Subsecretario de Guerra en dos gobiernos, los de los Presidentes Aylwin y Frei Ruiz-Tagle, entre los años 93 y 96. La segunda, como Ministro de Defensa. Entonces, hace un par de décadas, tenía la edad de un mayor del Ejército. Era otro el momento en la vida de Chile y en mi propia vida. Con veinte años menos, las circunstancias eran muy diferentes y la óptica para mirarlas era distinta.

La segunda oportunidad se me presentó en marzo del año pasado, cuando, por decisión de la Presidenta Michelle Bachelet, volví al Ministerio en calidad de Ministro. Con veinte años más encima seguía siendo mayor, pero edad. Mayor, de hecho, que todos los Comandantes en Jefe (aunque no mucho).

Pero más allá de la anécdota graciosa, significó para mí  una oportunidad que pocos de mis conciudadanos han tenido: regresar al Ministerio de Defensa después de un lapso lo suficientemente prolongado como para poder tener la posibilidad de hacer una comparación de la cual sacar lecciones provechosas. No fui el primero en cumplir funciones dos veces en el Ministerio: el Ministro Pérez Yoma lo hizo. También el Ministro Mario Fernández, quien primero fue también Subsecretario. Sin embargo, creo ser el primero en hacerlo con un interregno tan prolongado entre la primera y la segunda vez. Y esto me da una ventaja.

Cuando en marzo de 2014, recién asumido como Ministro, me tocó inaugurar el período lectivo de las Academias militares, dije que llegaba a un Ministerio que no era desconocido para mí, pero que era diferente a la institución en que yo había servido. Y creo no haberme equivocado. Hoy puedo, en propiedad, poner en la balanza ambos momentos y sacar algunas conclusiones.

Ayer, hace veinte años, la relación entre civiles y militares estaba signada por la desconfianza. Hoy, en cambio, lo está por la confianza. Esto significa que, más allá de la norma constitución y de las leyes, la arquitectura institucional se funda en certezas y no en incertidumbres.

Ayer, la agenda estaba compuesta casi exclusivamente de materias de la coyuntura. Las metas se veían lejanas y los logros a veces parecían espejismos. Hoy, la agenda está cargada de temas profesionales muy de fondo, actuales y futuros.

Ayer, era escasa, si no inexistente, la pericia civil en los temas de defensa; incluso más, no había una masa crítica de profesionales civiles que pudieran asumir lo que actualmente es la misión fundamental del ministerio: conducir, más que administrar, la defensa. Hoy, el país dispone de una comunidad civil experta en defensa que está en crecimiento, que quizás no sea todavía todo lo grande que se requiera, pero que es claramente más amplia en recursos humanos competentes que hace veinte años.

Ayer, se podía percibir en las instituciones de las Fuerzas Armadas un cierto temor a abrirse al mundo, a los nuevos desafíos que presenta la agenda internacional y a la contribución que Chile podía hacer para consolidar las aspiraciones de paz y prosperidad de las naciones, incluida la nuestra. Hoy, las Instituciones son partícipes activas de esa agenda y están abiertas a asumir nuevas responsabilidades, entendiendo que Chile debe y puede jugar un papel, ajustado a sus posibilidades, en la seguridad de la sociedad de naciones, de la que es parte.

Ayer, el sector de la defensa mostraba una cierta contención. Hoy, el sector muestra un activo dinamismo, con un programa de acciones y propuestas modernizadoras muy interesantes.

Ayer, hace veinte años, prevalecía una orgánica diseñada a inicios de la segunda mitad del siglo XX. Claramente, era una orgánica fundada en un modelo que, en los países más avanzados, estaba siendo rápidamente transformada. Hoy, se cuenta con una ley, promulgada el año 2010, que, con todas las limitaciones que pueda tener, ha supuesto un incentivo poderoso para el cambio. La orgánica actual del Ministerio es fundamentalmente distinta y los procesos de transformación que ella ha puesto en marcha continuarán desarrollándose con creciente vitalidad.

En fin, ayer, el desarrollo de los distintos aspectos de la actividad conjunta era muy limitado, si no inexistente. Hoy, se han hecho avances importantes que han modernizado la operación de nuestras fuerzas y el proceso sigue en marcha.

Todo lo anterior no ha sido un logro repentino, ni de unos pocos. Al contrario, ha sido el fruto de una construcción gradual, a veces paciente, con tramos de avance rápido y tramos de avance más lento. Pero en la perspectiva, el progreso ha sido continuo y positivo.

Un trabajo al que han aportado muchas personas, civiles y militares, hombres y mujeres. Quienes hemos tomado el testigo en esta posta desde el año 2014, cumpliéndose los 200 años del Ministerio, somos tributarios del trabajo de todos cuantos nos precedieron en el esfuerzo, hombres y mujeres con y sin uniforme. El deber de quienes continúan en esta carrera es perfeccionarlo y entregarlo a quienes asuman responsabilidades a futuro en un estadio superior de desarrollo.

Finalmente, reiterar el agradecimiento. Hacer presente que, desde otras funciones públicas, estaré disponible para colaborar con la tarea del Ejército y de las organizaciones de la defensa, en general, en la perspectiva de servir al país y a nuestros compatriotas.

Si me obligan a usar una sola frase para representar estos 14 meses, y esta ceremonia, elijo, sin duda, lo siguiente;

“Gracias por la oportunidad, sí simplemente, muchas gracias”